los mitos son tonterías más o menos elaboradas que se dicen respecto a la leche y que no debemos asumir acríticamente como ciertas, porque ya veremos que están muy lejos de serlo.

¡A por los mitos!

MITO 1: no deberíamos consumir leche porque somos los únicos animales que seguimos bebiéndola después de la etapa lactante

 Comprendo que esté usted con los ojos abiertos como platos ante esta argumentación tan esperpéntica. Pero hay gente que se la cree. Hay gente para todo.

 Según ese razonamiento, los hombres no deberíamos hablar, porque el resto de los animales no hablan. Deberíamos ir por la vida en cueros, porque el resto de animales no compran ropa. Deberíamos vivir en madrigueras o cuevas y orinar en los alrededores para marcar el territorio, porque el resto de animales lo hacen… Un sinsentido.

 Bebemos leche más allá de la etapa lactante porque es un alimento muy nutritivo y ¡porque gracias a ser una especie evolucionada podemos hacerlo!

 Obviamente un toro adulto no va a ir a mamar de las ubres de una yegua para alimentarse porque ésta le atizará una coz o una cornada que le pondrá a vivir. Pero nosotros ordeñamos vacas, tratamos y envasamos esa leche, y la tenemos a nuestra disposición en nuestras casas para beberla cuando queramos.

 Y todo ello sin riesgo a ser pateados.

 Como es así, y la leche está cargada de nutrientes, ¿por qué vamos a renunciar a tan rico y saludable alimento?

 El mito uno no tiene ni pies ni cabeza.

 A ver si el siguiente tiene algo más de “chicha”…

MITO 2: no deberíamos consumir leche porque hace aumentar la mucosidad del cuerpo

 Lo de la “mucosidad del cuerpo” es bastante peculiar.

 Las secreciones mucosas del cuerpo tienen su función, necesaria para un buen funcionamiento de muchos órganos. Por ejemplo: la secreción mucosa de los bronquios tiene la tarea de que se peguen allí las partículas que inhalamos para, por medio del movimiento de este moco y del mecanismo de la tos, poder expulsarlas del interior de los pulmones, evitando que se acumulen en nuestro interior.

 Así que no entiendo lo de creer que la mucosidad es algo malo.

 Pero es que, además, beber leche no condiciona ningún aumento de ninguna secreción mucosa del cuerpo.

 Igual es que el que inventó el mito, en un arranque de espíritu Mortadelo y Filemón, vio que al beber leche las paredes de la boca y de la garganta quedaban tapizadas de una secreción que parecía moco.

 Parece moco, pero no lo es. Es parte de la grasa de la leche. Es lo único que se me ocurre para que este mito tenga alguna explicación.

 Mito que, por supuesto no es cierto.

Así que no perdamos más tiempo, que quedan más…

MITO 3: beber leche es malo, porque si dejamos de tomarla un tiempo, cuando volvemos a tomarla nos sienta mal

 Esto es un hecho cierto, que tiene su explicación fisiológica, pero que algún aprovechado ha convertido en mito.

 Se basa en el buen diseño del cuerpo humano, en el que las cosas que no se usan durante mucho tiempo se terminan perdiendo.

 Para digerir la lactosa, un azúcar de dos componentes: glucosa y galactosa, hemos de tener en la pared de nuestro intestino una sustancia química, una enzima: la lactasa. Se encarga de romper la unión entre la glucosa y la galactosa y separar estos dos azúcares simples, condición imprescindible para poder absorberlos y que pasen a nuestra sangre.

 ¿Qué pasa si una persona se pasa años –no días, ni semanas, ni meses… ¡años!- sin beber leche? Pues que las lactasas se pierden y el intestino, al ver que ya no llega nada de lactosa, debido a que no bebemos leche, deja de producir estas enzimas.

 Por eso cuando volvemos a tomar leche nos sienta mal. Nos hemos convertido, transitoriamente, en intolerantes a la lactosa por falta de lactasa. Tendremos gases, algún dolor cólico e incluso alguna visita de más al inodoro.

 Pero en pocos días volvemos a producir lactasas y… ¡problema resuelto! Ya podemos volver a beber leche sin ningún problema.

 Este tercer mito es una burda manipulación. No tiene ni pies ni cabeza, como puede ver, amable lector.

¿Mejorará algo el cuarto mito? ¡Veámoslo!

MITO 4: después de la juventud nuestro intestino no puede digerir la leche porque nos quedamos sin lactasa

 Este es otro ejemplo claro de manipulación, aprovechando un hecho cierto para modificar parte del mensaje y convertirlo en un argumento en contra de la leche.

 Cuando llegamos a ancianos, como parte del envejecimiento que afecta a todo el cuerpo (al corazón, a los pulmones, al cerebro, a los huesos, a los músculos…), empezamos a sufrir cambios intestinales. Y uno de ellos es la pérdida progresiva de la capacidad de digerir la leche, porque disminuye su producción de enzima lactasa.

 Pero eso ocurre al final de la vida, no al principio.

 Y los ancianos no pierden la posibilidad de tomar lácteos, porque pueden (y deben) seguir tomándolos en forma de yogur que, gracias a las bacterias que contiene, aporta por separado la glucosa y la galactosa, ya que las enzimas lactasas que han producido la rotura de la lactosa original la producen esos bichillos tan beneficiosos para la salud.

 Así que otra trola más. Ya van unas cuantas.

Terminemos con el quinto mito…

MITO 5: los deportistas no deben beber leche, porque la leche “acidifica” el cuerpo

 Menciono lo de la “acidificación” del cuerpo en relación con el deportista, pero también es uno de los argumentos de aquellos que vinculan la leche con el cáncer.

Y no es cierto.

 La leche no “acidifica” el cuerpo. Primero, porque la leche es un ácido débil que en presencia de otros ácidos los hace menos fuertes (por eso tomamos leche cuando tenemos acidez gástrica).

 Y segundo, porque nada “acidifica” el cuerpo.

 El cuerpo tiene un pH (la medida de su acidez) muy controlado. Lo controla la sangre, ayudada por los pulmones y los riñones. Nada de lo que comamos puede alterar esta acidez, este pH.

 Y mucho menos la leche.

 Porque la leche llega al estómago, y allí y en el intestino sufre el ataque químico y mecánico de la digestión, con lo que lo que absorbemos son azúcares, grasas, aminoácidos, vitaminas y minerales, pero nada de acidez aislada.

 Así que no sólo pueden beber leche los deportistas, sino que deberían hacerlo. Porque con su elevado aporte de proteínas y de vitaminas y minerales la leche es un alimento que después del deporte viene muy bien para recuperarnos del esfuerzo. Incluso se puede usar como bebida antes del deporte, eso si, probando antes para que comprobemos que nos sienta bien al estómago.

 Ya ve, amable lector, si ha llegado hasta aquí, que la leche tiene que competir con una elevada cantidad de desinformación y de mitos y bulos que siguen la máxima de la manipulación: coger algún dato cierto y retorcerlo, y tejer una hilazón lógica en la que lo que importa es la concatenación de ideas, no si éstas son ciertas o falsas.

Y son esto último: son completamente falsas.